GALERÍA JAVIER SILVA  

   

   

   

ARTISTAS /Artists

Husos y costumbres

_ Salim Malla

20.01.17 - 11.03.17

 

 

 

Bajo el título Husos y costumbres, Salim Malla continúa analizando aquellos sistemas creados por el ser humano para comprender y definir el entorno que le rodea. Al artista le interesan los procesos, los modelos y las teorías que desde las ciencias de la tierra se utilizan para reducir los fenómenos sensibles a un conjunto de elementos que los representan de forma esquemática. Salim, a través de diferentes estrategias plásticas, trata de hacer evidentes aquellas cuestiones paradójicas vinculadas al intento humano de comprender el mundo y su lugar en él, para propiciar desde el arte una reflexión crítica en torno a cuestiones que generalmente suelen considerarse como absolutas.

Existe una frase de Protagoras que dice: «el hombre es la medida de todas las cosas», una afirmación que hace referencia a que todo pensamiento es antropomórfico por naturaleza, pero sin embargo está abierto a numerosas interpretaciones en función de como se entiendan los tres elementos que la componen: el hombre, la medida y las cosas.  La primera consideración tiene que ver con el sujeto de la acción que, dependiendo de si es considerado como individuo o como colectividad, lo que 'él' o 'ellos' han pensado, deriva en opinión o en actitud. Así, mientras la opinión puede ser rebatida dándole la vuelta al argumento empleado, la actitud, contando a su favor con el carácter grupal y temporal, deriva en costumbre, en tradición, y finalmente en norma.

Cuando el pensamiento reflexiona sobre sí mismo lo primero que descubre es una contradicción. De este modo, aunque puede llegar a explicarse por qué el tiempo a través de la luz define el patrón del sistema internacional de unidades, por qué el péndulo caótico bate su brazo de ese modo tan impredecible o cómo es posible reducir la esfera a un plano con la mínima pérdida de información, no debe nunca olvidarse que la confrontación de lo irracional con el deseo de claridad conduce al absurdo, y que éste depende tanto del hombre como del mundo. El individuo, habitante de un universo sin medida, se haya de esta forma condenado a permanecer en un circulo vicioso, en el que el entendimiento gira sobre sí mismo, y en donde para escapar de la locura solo le queda aprehender el mundo a través de  la unificación y la reducción a lo humano.

Un reloj de canto no da la hora, otro enfrentado a un espejo hace confluir en un mismo lugar dos horas diferentes. El punto del espacio donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe vistos desde todos los ángulos1, es el llamado Aleph, aquel donde uno puede estar en un mismo instante a todas las horas, es el polo Sur de la tierra, la Antártida. Sea como fuere, lo absurdo comienza con una simple operación intelectual: distinguir lo verdadero de lo falso.

«Esta ciencia que debería enseñármelo todo termina en la hipótesis, esta lucidez se sume en la metáfora, esta incertidumbre se resuelve en obra de arte2».



[1]    Borges, Jorge Luis. El Aleph. Ed. Alianza, Madrid, 1971. Pág.166

[2]    Camus, Albert. El mito de Sísifo. Ed. Alianza, Madrid. 2006. Pág. 36

 

 

 

 

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